Holguín, Agosto 7 de 1959
Srta. Lucía González
Playa de Baracoa
Lucía:
Te saludo cristiana y amorosamente deseando estés completamente bien y bendecida por el Señor. Yo ya estoy bien por la misericordia de Dios, pues aunque todavía las piernas no han sanado completamente, ya no me duelen y me permiten salir a trabajar, como era mi deseo.
Veo por la carta que me enviaste que estás triste por mi enfermedad. En parte me alegra porque es señal de que me quieres, pero por otro lado me disgusta, porque no quisiera que estés triste por nada, y mucho menos por mi causa.
Óyeme, Lucía, esta carta la comencé en un parque descansando un poco al mediodía, pero tuve que interrumpirla hasta continuar ahora sábado por la noche. Esta tarde la pierna me dolió un poco, parece que el sol de ayer no me hizo bien, pero ahora que te estoy escribiendo el dolor se volvió a ir. He descubierto que es una buena medicina pensar en ti.
Lo que me preguntas acerca de las camagüeyanas y orientales, te lo repito aquí ahora. Ellas son las más dulces que he visto en la forma de tratar al que toca a su puerta; en cambio en la forma de querer la más dulce que he tratado es la matanzera. ¿Comprendes ahora? ¿Estás conforme? No es una coba, es una realidad.
Quisiera saber el resultado de la visita de ustedes a Viñales, ¿cómo te cayó mi familia y cómo crees que le caíste tú a ellos? Dime algo del programa en Laguna de Piedra.
A Honoria y a Sofía les escribí hace unos días, supongo lo contentos que estarán con la bendición de Cheo. Les mandé a decir que me contestaran a Tunas.
Ahora vamos a salir para San Germán, Mayarí, etc., pero regresaremos a pasar la reunión de ungidos aquí, Dios mediante, así que si todavía no han venido ustedes, escríbeme aquí.
Esta la dirijo a la Playa en vez de a Artemisa, porque yo la recibí después que estuvo algunos días en Bayamo y aparte de esa demora yo me he demorado indebidamente. La tardanza se ha debido más que nada a la falta de tiempo y a otras cosas, pero creo que ningún obstáculo debe ser suficiente para que yo demore en escribirte. De todos modos pienso que dirigiéndola a la Playa la recibirás sin pérdida.
Bueno, Lucía, no dejes de orar por nosotros, por nuestro futuro, para que la bendición de Dios siempre sea nuestra y de nuestros hijos, si Dios lo permite. ¿No has pensado en ellos? No los has visto en la imaginación? Quiero que sean grandes delante de Dios, pero para ello tú y yo tenemos que darles el ejemplo manteniéndonos firmes, caminando cada día hacia la perfección.
Lucía, te dice hasta luego uno que te quiere mucho. Ese soy yo, tu novio,
Ventura
Recuerdo a los hermanos. |